Dicen las marcas, los listados de ventas, Anesdor, las
revistas o Pepe Burgaleta como director de una publicación de gran tirada
que la moto deportiva en España está en coma, aletargada y en un sueño profundo
(o mejor decir pesadilla).
Analizando cifras de ventas totales, está claro que estamos
en crisis y que desde gobiernos central y autonómicos, la panda de chupópteros
que responden al nombre de políticos, han hecho bien poco para evitar que se
desmorone la industria de la moto.
Pero también es cierto que hay cambios apreciables en
los gustos de la gente; ahora se venden scooters, motos ciudadanas, motos de cilindrada
media, grandes trail y muy poca deportiva.
Se puede decir claramente que nuestro mercado ha
“madurado” como el europeo, (a esto ha ayudado también la DGT con su política restrictiva).
Pero ha cambiado la percepción de la moto como lujo exclusivo para exprimir sus
prestaciones en la salida dominguera a moto de todos los días para todo y que
además, sirva para la salida dominguera.
Por ello, motos de 200 CV se venden cada día menos y
sin embargo (con todos los respetos, pero no deja de ser cierto) motos lógicas,
casi insulsas y sin pasión, se venden genial.
Y aquí radica el gran éxito de Honda, una marca que
siempre sabe adaptarse a lo que le pide el gran público. Cuando miro su
catálogo me quedo frío, no me transmite ninguna pasión pero reconozco su gran labor
por copar el mercado. Por algo son los números 1. Pasión en las carreras, resultados en las tiendas.
Es el caso de la familia Integra o NC; mi eslogan con
esos modelos es claro: “Motos para los que no les gustan las motos”. Aún no he
conocido un dueño (y ya van cinco) que sepa algo más de su moto que arranca, le
lleva y se para.
Pero es lo que el mercado pide. Y Honda, lo ha visto
muy claro y hace lo que le piden.
¿Dejaremos en breve de ver deportivas por la calle?
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